En primer plano, un conjunto de rocas rugosas se alza ante el espectador, sus superficies bañadas por una mezcla de ocres y tierras que se fusionan con matices de negros y naranjas. Las rocas parecen emerger del suelo como guardianes ancestrales del paisaje, imperturbables frente a la furia del mar. El juego de luces y sombras es protagonista en esta escena dramática, con pinceladas que capturan la intensidad de un crepúsculo que sugiere tanto desolación como belleza cruda. La ausencia de figuras humanas y signos de vida intensifica el sentimiento de aislamiento, evocando la inmensidad de una naturaleza indomable y misteriosa.
Técnica: Óleo sobre tela
Medida: 70x100 cm
Año: 2021